Katsushika Hokusai (1760-1849)
La gran ola de Kanagawa
El grabado japonés más conocido en Occidente es con toda probabilidad La gran ola de KanagawadeKatsushika Hokusai, se trata de uno de los ejemplos más destacados de la estampación de paisajes Ukiyo-e (pinturas del mundo flotante) del periodo Edo (1615-1868). En este sentido, el historiador Richard Lane concluye: «En efecto, si hay un trabajo que hizo famoso el nombre de Hokusai, tanto en Japón como en el extranjero, fue esta monumental impresión, dejando un impacto duradero en el mundo del arte». La gran ola de Kanagawa pertenece a una serie de cuarenta y seis xilografías (grabados en madera) que realizó el pintor japonés con el monte Fujivisto desde diferentes ángulos y conocida como 36 vistas del monte Fuji.
En esta dinámica e impactante imagen la gran ola domina la composición, está a punto de embestir bruscamente contra las tres desvalidas barcazas (oshiokuri-bune) en las que los ocho tripulantes de cada una de ellas se afanan para evitar el inminente vuelco. Se trata de un instante dramático en el que se impone el poder de la naturaleza sobre la pequeñez del hombre y su fragilidad. La cresta de espuma de esta ola piramidal se cuelga en el espacio como si se tratase de garras o fauces de monstruos dispuestas a devorar a los marineros ante la imperturbable serenidad del Monte Fuji, cubierto de nieve, que se erige majestuoso en el horizonte entre el sereno hueco que forma la gran ola. El cielo amenaza tormenta, dotando de una imagen más agobiante, si cabe, a la escena. Si nos detenemos algo más ante La gran ola,podremos comprobar que Hokusai estampó otra secundaria de menor tamaño en un primer plano y que tiene el mismo perfil que el Monte desde la Estación de Fuji, por tanto, Hokusai dibujó dos montes Fuji en este grabado.
Nos encontramos ante la realización de una actividad cotidiana, la faena de la pesca del atún a principios de primavera, avalada esta idea tanto por la primera línea de nieves del Fuji como por el número de tripulantes que ocupan las barcazas. Para las tareas habituales de la pesca en este tipo de naves sólo eran necesarios cuatro pescadores, el hecho de que a bordo se encuentren ocho remeros nos da idea de la necesidad de ganar velocidad para llegar rápidamente al mercado de Edo donde los ricos comerciantes pagaban por estos primeros y codiciados atunes de primavera, el equivalente a la mitad del sueldo de una persona normal. Pero fijándonos en la dirección de las barcas, parece que se dirigen a casa volviendo del mercado de Tokyo. La imagen, por tanto, debería aparecer al revés, con las barcas navegando de izquierda a derecha, pero la visión hubiese resultado menos dramática para el espectador japonés que lee de derecha a izquierda, resultando más impactante la imagen tal como finalmente la concibió el artista con la ola de derecha a izquierda. Tal vez fuese este el motivo por el que Hokusai quiso mostrar a los marineros volviendo a casa entre la tormenta.
La seducción de esta estampa se debe fundamentalmente a su pulcritud y perfección técnica, valores tan asociados popularmente a la mentalidad del pueblo japonés. Una pulcritud que se advierte especialmente en el tratamiento de lalínea del dibujo, y una perfección que se materializa en la técnica del estampado del color. El tratamiento de la línea marca la composición, define los contornos y establece el ritmo y la cadencia de la escena, potenciando en ella una expresividad dramática e impactante. El otro aspecto formal inconfundible es el color de tonos luminosos, planos y sin mezcla alguna que le otorgan una enorme vitalidad y fuerza, mientras la combinación perfecta de blanco y azul le otorga a la imagen una armonía precisa. Los motivos principales se encuentran bien delineados con firme trazo negro. Las líneas curvas de la ola se compensan con las rectas de la barca, la furia del mar con la quietud inmutable del Monte Fuji o con la experiencia de los pescadores. El redescubierto pigmento azul de Prusia, que llegó a Japón a través de China, contrasta con su opuesto el anaranjado del cielo. Hokusai consiguió recrear el vitalismo y la fuerza del mar en el arte. Hoy en día lo podríamos considerar como un fotograma, la imagen de una ola detenida en el tiempo antes de romper, es la idea de congelar el tiempo, un adelanto en la manera de ver el mundo.
Estamos ante una imagen de destrucción inminente, donde las fuerzas del Ying y el Yang se hacen patentes. El Ying representado por la violencia de la Naturaleza y el movimiento de la ola, equilibrado con el Yang de la quietud del Fuji al cuál se le atribuían leyendas relacionadas con la inmortalidad. Hokusai materializa la ola en un ser vivo y poderoso, como perfecta simbología de lo que significan las fuerzas de la naturaleza para el sintoísmo japonés, religión original japonesa que incluye la adoración de los kami o espíritus del mundo natural. Las creencias budista del autor en las que se relacionan hombre-Naturaleza-Dios favorecen la idea de que los remeros no estuviesen luchando contra la ola sino discurriendo por el río de la vida. Así, este paisaje sería entendido como un estado del alma, ya que para la mentalidad japonesa, la naturaleza forma parte de nosotros mismos, la esencia También podría expresar la obsesión de Hokusai sobre la vida y la muerte ¿Quería sugerir quizá Hokusai con esta imagen de destrucción que la “vida del mundo flotante” era efímera? ¿Que siempre hay un peligro acechando?
Manet compró una imagen del «mundo flotante» y la colgó en su estudio, la utilizó como fondo cuando realizó el Retrato de Émile Zola (1868). Zola declaró que los artistas del «mundo flotante» fueron los primeros impresionistas y los más perfectos. Tal fue el entusiasmo por lo japonés que se acuñó un nuevo término para esta moda “el japonismo”. La influencia de estos grabados en madera llegó a todas partes, desde los personajes y escenas de Toulouse-Lautrec hasta los temas más íntimos de Mary Cassatt. ¿Quizá Gustave Courbet habría podido ver La gran ola de Kanagawa cuando en 1871 pintó su obra La Ola?Van Gogh tenía una estampa cuando pintó “sus olas” en 1887, en tal sentido escribió a su hermano Theo: “como tú dices las olas son garras y los barcos están atrapados en ellas, puedes sentirlo”. Pronto La gran ola empezó a difundirse ampliamente, y no solo entre los pintores, Claude Debussy trabajó con esta imagen en su estudio y le rindió homenaje al componer en 1905 su obra La Mer. Enla Segunda Guerra Mundial sus detalles fueron utilizados por el gobierno japonés en la confección de un póster que ensalzaba el valor del trabajo. En los años 60 una generación de jóvenes artistas se sintió entusiasmado por las imágenes de la cultura popular, los antiguos grabados japoneses, muy numerosos, baratos, bien ejecutados con una gran economía de medios. Lichtenstein (1923-1997), pintor estadounidense de arte pop, retomó la idea de la obra de Hokusai y reinterpretó su visión. También en Japón el arte popular tuvo un regreso triunfal a través del póster. Tadanori Yokoo (1936), diseñador gráfico japonés, utilizó La gran ola combinándolacon otros iconos contemporáneos como el tren bala. Ejemplo de la trascendencia de este grabado en nuestros días es que la marca de ropa QuickSilver la utiliza como logotipo. Guinnes en 1998 realizó un anuncio publicitario en el que, una vez más, se reinterpretaba esta obra de La gran ola fusionándola con Los caballos de Neptuno de Walter Crane.
La obra original realizada por el artista no existe. De La gran ola de Kanagawa podemosencontrar diversas versiones en distintos museos, Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, Museo Victoria Alberto de Londres, Museo Británico, etc.
Para hacer las estampaciones Ukiyo-e se empleaban troqueles de madera, la que más se utilizaba era de cerezo, suficientemente blanda para tallarla y bastante dura para conservar la estampación en buenas condiciones después de muchas impresiones. El papel hosho, liso, blanco y relativamente barato, recomendado para la xilografía en color, era sacado de la corteza de la morera. Los artesanos japoneses ponían tinta directamente en el troquel vaciado previamente con el perfil del dibujo a grabar y colocaban encima el papel boca abajo, finalmente la impresión se conseguía frotando encima del papel, con una muñequilla con un movimiento circular o de zigzag. La producción de estos trabajos se llevaba a cabo con la colaboración de un dibujante, un tallista y un impresor, a los que se añadía un editor que coordinaba y supervisaba la labor de los otros tres. Pero era siempre el artesano que creaba el dibujo el que ponía su nombre en la impresión final.
Enlaces de interés:
Obra completa de Katsushika Hokusai
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Autora: Paqui Zurita Corbacho.