Para Carmen Méndez.
Una historia verdadera un labriego me contó en el Alange extremeño y aquí lo que sucedió. Una moza allá por mayo y en amores requerida, una duda razonable con dos llamas que ardían. El amor lanza requiebros, entre las jaras y el río, relincha como un caballo en la falda del castillo. El padre, viejo y celoso, no a la luna sino al viento, interroga con cuál joven conviene buen aparejo. El uno, bien parecido, de buena familia viene, el otro, mejor gallardo, en las tierras de otros crece. Y la joven que ignoraba que la balanza se inclina, sin hojas deja, soñando, del prado una margarita. Entre lirios y el tomillo cuando el sol quema en lo alto, cabalga el amor naciente, en la noche entre geranios. Mas el padre muy astuto su partido ya ha tomado. En la tierra el trigo crece, amarillea ya el campo. Y a la hora de la siega una hoz le da a ambos. El que más trigo se lleve de su hija tendrá la mano. El grillo que está escondido y la cigarra a lo lejos, animan con sus cantares la pugna por el trofeo. Y entre las mieses los mozos el campo van aclarando, viste la tierra amarillo como el sol que está en lo alto. “Ay, bien mío, date prisa”, ella dice y mira al cielo a la sombra de una encina y los sones de un jilguero. Uno se pone delante, el otro suda y pelea, ninguno queda a la zaga, paso a paso y siega y siega. El Matachel allá lejos se regocija y serpea, un buitre en el Homenaje del Cerro de la Culebra, imponente en su figura, otea cauto la escena. Las cinco, marca la torre, campana de iglesia vieja. En el prado los dos hombres dieron fin a la faena, miles de espigas sin nombre yacen sin pies en la tierra. A ellos con paso calmo el juez felón se aproxima, bate las alas el buitre, “Ay, Dios”, suspira la encina. Cabizbajo y de reojo a dar sentencia se apresta: “Iguales, pardiez, iguales”, dice mintiendo a sabiendas. El sol que se pone rojo, los árboles que murmuran, el grillo y la cigarra callan, el agua se queda muda. Un corzo brama a lo lejos por la traición que malhuele y a una alondra entre las ramas el canto se le estremece. El viejo busca una treta que a uno ventaja le lleve; danzando están en las rocas los lagartos y serpientes. Moisés levanta su mano y atar les manda los haces. El vil zorro de su puño les dará el duro bramante. Y atando van los dos jóvenes haz a haz por la pradera. Brazo y puño van juntando todas las espigas muertas. El viejo al gallardo mozo le otorga una corta cuerda. Aprieta que no amarra, aprieta duro y aprieta. Un débil nudo le hace, el joven tanto se esfuerza. El viejo que fuerte tira y el trigo cae en la tierra. El río ya se lamenta. y quejándose se aleja. Un caballo rompe al trote la falda de la Culebra. Una tórtola en la encina proyecta su sombra negra. Un corazón que se enluta, ríe el sapo y la corneja. Un toro bravo se muerde y el vencedor que se alegra. A recoger va su triunfo. El otro humilla y se apena. *** Mayo sería, por mayo, años del hambre en su flor, en dura tierra extremeña, en Alange, Badajoz.
Albox, 23 de mayo de 2012