Blog de la Biblioteca Municipal de Alange

Espacio dedicado a difundir la actividad de la biblioteca y foro de discusión sobre la cultura en general.

Archive for abril 2011

Novedades

Posted by Biblioteca Alange en abril 29, 2011

   El sueño del celta narra una aventura que empieza en el Congo en 1903 y termina en una cárcel de Londres, una mañana de 1916. Aquí se cuenta la peripecia vital de un hombre de leyenda: el irlandés Roger Casement. Héroe y villano, traidor y libertario, moral e inmoral, su figura múltiple se apaga y renace tras su muerte. Casement fue uno de los primeros europeos en denunciar los horrores del colonialismo con argumentos. De sus viajes al Congo Belga y a la Amazonía peruana quedaron dos informes memorables que conmocionaron a la sociedad de su tiempo, pues tras ellos se revelaba una verdad dolorosa: no era la barbarie africana ni amazónica la que volvía bárbaros a los civilizados europeos; eran ellos, en nombre del comercio, la civilización y el cristianismo, quienes cometían los actos más bárbaros.
  Un subyugante relato de terror sin efectos sobrenaturales, y es también, y ante todo, una absorbente novela sobre la memoria y la redención de la culpa.

Sandra ha decidido retirarse a un pueblo de la costa levantina: ha dejado el trabajo y, embarazada, pasa los días intentando aplazar la decisión de qúe hacer con su vida. En la playa conoce a un matrimonio de octogenarios noruegos que parecen la solución a los problemas de Sandra.

  Toulouse, verano de 1939. Carmen de Pedro, responsable en Francia de los diezmados comunistas españoles, se cruza con Jesús Monzón, un ex cargo del partido que, sin ella intuirlo, alberga un ambicioso plan. Meses más tarde, Monzón, convertido en su pareja, ha organizado el grupo más disciplinado de la Resistencia contra la ocupación alemana, prepara la plataforma de la Unión Nacional Española y cuenta con un ejército de hombres dispuestos a invadir España. Entre ellos está Galán, que ha combatido en la Agrupación de Guerrilleros Españoles y que cree, como muchos otros en el otoño de 1944, que tras el desembarco aliado y la retirada de los alemanes, es posible establecer un gobierno republicano en Viella. No muy lejos de allí, Inés vive recluida y vigilada en casa de su hermano, delegado provincial de Falange en Lérida. Ha sufrido todas las calamidades desde que, sola en Madrid, apoyó la causa republicana durante la guerra, pero ahora, cuando oye a escondidas el anuncio de la operación Reconquista de España en Radio Pirenaica, Inés se arma de valor, y de secreta alegría, para dejar atrás los peores años de su vida.

  La Torre es el mayor edificio del pueblo, un bloque ácido en inhumano en el que viven tantas personas como en toda la urbanización de casitas adosadas que acaban de construir en las afueras. Personas instaladas en estantes del aire, como libros, cada uno con su historia, algunas buenas y otras malas. Unas a punto de abrirse y otras de cerrarse.En ella viven Ángel y Gil, Nor y Berta, Rashid y Stéfano. Cada uno en su habitación de la Torre, hablando con su propio acento, pero obligados a entenderse cuando descubren que pertenecen a una misma historia.

  Estamos en marzo de 1897, en París, espiando desde las primeras páginas de esta magnífica novela a un hombre de sesenta y siete años que escribe sentado a una mesa, en una habitación abarrotada de muebles: he aquí al capitán Simonini, un piamontés afincado en la capital francesa, que desde muy joven se dedica al noble arte de crear documentos falsos.

  ¿Qué es Europa? ¿Cuál es su legado? ¿Y su futuro? En este ambicioso ensayo José Enrique Ruiz-Domènec reflexiona sobre la idea de Europa a lo largo de la historia, sobre los pilares que la sustentan: las raíces cristianas, la cultura, la geografía, el espíritu científico, la separación de lo secular y lo religioso, las formas de gobierno y los mitos. De los mitos -de la Europa raptada por Zeus- surge el nombre, y la idea de este espacio común se forja a lo largo de los siglos, a través de la convivencia y el conflicto entre pueblos, de las guerras y los tratados de paz, de la cultura que traza sus puentes, de los conflictos políticos y las voluntades de los pueblos y sus gobernantes… Un libro apasionante sobre una idea, la de Europa, que es todavía una historia inacabada, que se sigue construyendo, pero como dice el autor: «de nada sirve avanzar hacia adelante, sin conocer lo que se deja atrás».

  Espionaje, aventuras y amor en el Madrid previo a la guerra civil.

Un inglés llamada Anthony Whitelands llega a bordo de un tren al Madrid convulso de la primavera de 1936. Deberá autenticar un cuadro desconocido, perteneciente a un amigo de José Antonio Primo de Rivera, cuyo valor económico puede resultar determinante para favorecer un cambio político crucial en la Historia de España. Turbulentos amores con mujeres de distintas clases sociales distraen al crítico de arte sin darle tiempo a calibrar cómo se van multiplicando sus perseguidores: policías, diplomáticos, políticos y espías, en una atmósfera de conspiración y de algarada.

Las excepcionales dotes narrativas de Eduardo Mendoza combinan a la perfección la gravedad de los sucesos narrados con la presencia, muy sutil, de su conocido sentido del humor, ya que toda tragedia es tambiénparte de la comedia humana.

  ¡Basado en la película de animación «Gru, mi villano favorito», de Universal Pictures! Gru quiere ser el mayor villano de todos los tiempos, así que decide ¡robar la Luna! Sin embargo, la adopción de tres niñitas llamadas Margo, Edith y Agnes para que su plan funcione pronto se convierte en la peor pesadilla que pueda tener un villano. Entre montañas rusas, clases de baile y cuentos para dormir, ¡no tiene tiempo para dominar el mundo! ¿Se convertirá Gru en un superpapá?

  A la imaginación, a la lectura, a la fantasía… a todo aquello que llena la vida de magia dedica sus poemas este libro. Con sus versos recorreremos la mente del autor para descubrir sus motivaciones, sus inspiraciones y sus preocupaciones. Tengo una alfombra mágica;una alfombra tejidacon palabras entrelazadas,con raíces de un árbol,con hilo de seda y barrode mis zapatos.

Estos y otros muchos libros acaban de llegar a la biblioteca. Los preparamos pronto para que os lo podáis llevar. Prometido. 

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VII Jornadas de Cultura Clásica

Posted by Biblioteca Alange en abril 29, 2011

Organizadas por la Asociación CulturaClásica.com y el Centro de Profesores y Recursos de Mérida, las VII JORNADAS cuentan con el patrocinio de la Consejería de Educación de la Junta de Extremadura y el Excmo. Ayuntamiento de Mérida, así como con la colaboración del Consorcio de la Ciudad Monumental de Mérida y del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida y con la participación de Culturaclasica.net y de Chironweb.org

Las Jornadas están dirigidas tanto a profesores y estudiantes de Lenguas Clásicas y de Ciencias Sociales, como a los de las áreas de Filosofía, Lengua Española y Lenguas Modernas. La inscripción es gratuita y está abierta a todas las personas interesadas en el conocimiento del mundo grecorromano y en el estudio de las lenguas clásicas.

Más información: http://www.culturaclasica.com/?q=VII_Jornadas

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VIII Feria Extremeña del Libro de Almendralejo

Posted by Biblioteca Alange en abril 27, 2011

    

    La VIII Feria Extremeña del Libro de Almendralejo se celebrará del 3 al 7 de mayo y contará en su programación con presentaciones de libros, encuentros con autores, cuentacuentos, recitales poéticos y prestará una atención especial a la figura de Carolina Coronado en el centenario de su muerte.

    Os dejamos el enlace a la programación completa de la Feria:   LIBRO_2011

    El día 7 el Club de Lectura de Alange estaremos allí para disfrutar de la VI Ruta Literaria sobre el Romanticismo.

  

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Exaltación de la Cruz Alange, 3 de Mayo 2011

Posted by Biblioteca Alange en abril 27, 2011

 

NOTA DE PRENSA

 

            Alange se prepara para la fiesta de la Exaltación de la Cruz con algunas novedades.

Este año, el Club de Senderismo “Pata del Buey” yLa Rondalla de dicha localidad dinamizarán la fiesta con un pasacalle folclórico que partirá del Mirador de la Pata del Buey a las 20:00 horas y que recorrerá todas y cada una de las cruces.

Durante el recorrido se entonarán canciones propias del folclore popular extremeño y local.

            Todas las cruces, cuyos representantes se hayan inscrito en el Ayuntamiento antes del 29 de abril, entrarán en concurso, siendo las cruces ganadoras elegidas por votación popular de sus propios representantes.

            Desde la organización de este evento, se anima a los vecinos de Alange a continuar con la tradición de exaltar la cruz florida de primavera y a todos los que deseen conocer la fiesta, a acudir a la localidad el próximo día 3 de mayo.

José María Benítez Carroza – Organización Club de Senderismo “Pata del Buey”

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Ruta 1 de Mayo «Fuentes y Huertas Moriscas»

Posted by Biblioteca Alange en abril 26, 2011

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«La excavación» Augusto Roa Bastos (Paraguay: 1917-2005)

Posted by Biblioteca Alange en abril 26, 2011

La excavación
[Cuento. Texto completo]Augusto Roa Bastos
El primer desprendimiento de tierra se produjo a unos tres metros, a sus espaldas. No le pareció al principio nada alarmante. Sería solamente una veta blanda del terreno de arriba. Las tinieblas apenas se pusieron un poco más densas en el angosto agujero por el que únicamente arrastrándose sobre el vientre un hombre podía avanzar o retroceder. No podía detenerse ahora. Siguió avanzando con el plato de hojalata que le servía de perforador. La creciente humedad que iba impregnando la tosca dura lo alentaba. La barranca ya no estaría lejos; a lo sumo, unos cuatro o cinco metros, lo que representaba unos veinticinco días más de trabajo hasta el boquete liberador sobre el río. Alternándose en turnos seguidos de cuatro horas, seis presos hacían avanzar la excavación veinte centímetros diariamente. Hubieran podido avanzar más rápido, pero la capacidad de trabajo estaba limitada por la posibilidad de desalojar la tierra en el tacho de desperdicios sin que fuera notada. Se habían abstenido de orinar en la lata que entraba y salía dos veces al día. Lo hacían en los rincones de la celda húmeda y agrietada, con lo que si bien aumentaban el hedor siniestro de la reclusión, ganaban también unos cuantos centímetros más de «bodega» para el contrabando de la tierra excavada.

La guerra. civil había concluido seis meses atrás. La perforación del túnel duraba cuatro. Entre tanto, habían fallecido, por diversas causas, no del todo apacibles, diecisiete de los ochenta y nueve presos políticos que se hallaban amontonados en esa inhóspita celda, antro, retrete, ergástula pestilente, donde en tiempos de calma no habían entrado nunca más de ocho o diez presos comunes.

De los diecisiete presos que habían tenido la estúpida ocurrencia de morirse, a nueve se habían llevado distintas enfermedades contraídas antes o después de la prisión; a cuatro, los apremios urgentes de la cámara de torturas; a dos, la rauda ventosa de la tisis galopante. Otros dos se habían suicidado abriéndose las venas, uno con la púa de la hebilla del cinto; el otro, con el plato, cuyo borde afiló en la pared, y que ahora servía de herramienta para la apertura del túnel.

Esta estadística era la que regía la vida de esos desgraciados. Sus esperanzas y desalientos. Su congoja callosa, pero aún sensitiva. Su sed, el hambre, los dolores, el hedor, su odio encendido en la sangre, en los ojos, como esas mariposas de aceite que a pocos metros de allí -tal vez solamente un centenar- brillaban en la Catedral delante de las imágenes.

La única respiración venía por el agujero aún ciego, aún nonato, que iba creciendo como un hijo en el vientre de esos hombres ansiosos. Por allí venía el olor puro de la libertad, un soplo fresco y brillante entre los excrementos. Y allí se tocaba, en una especie de inminencia trabajada por el vértigo, todo lo que estaba más allá de ese boquete negro.

Eso era lo que sentían los presos cuando escarbaban la tosca con el plato de hojalata, en la noche angosta del túnel.

Un nuevo desprendimiento le enterró esta vez las piernas hasta los riñones. Quiso moverse, encoger las extremidades atrapadas, pero no pudo. De golpe tuvo exacta conciencia de lo que sucedía, mientras el dolor crecía con sordas puntadas en la carne, en los huesos de las piernas enterradas. No había sido una simple veta reblandecida. Probablemente era una cuña de tierra, un bloque espeso que llegaba hasta la superficie. Probablemente todo un cimiento se estaba sumiendo en la falla provocado por el desprendimiento.

No le quedaba otro recurso que cavar hacia adelante con todas sus fuerzas, sin respiro; cavar con el plato, con las uñas, hasta donde pudiese. Quizá no eran cinco metros los que faltaban, quizá no eran veinticinco días de zapa los que aún lo separaban del boquete salvador de la barranca del río. Quizá eran menos, sólo unos cuantos centímetros, unos minutos más de arañazos profundos. Se convirtió en un topo frenético. Sintió cada vez más húmeda la tierra. A medida que le iba faltando el aire, se sentía más animado. Su esperanza crecía con la asfixia Un poco de barro tibio entre los dedos le hizo prorrumpir en un grito casi feliz. Pero estaba tan absorto en su emoción, la desesperante tiniebla del túnel lo envolvía de tal modo, que no podía darse cuenta de que no era la proximidad del río, de que no eran sus filtraciones las que hacían ese lodo tibio, sino su propia sangre brotando debajo de las uñas y en las yemas heridas por la tosca. Ella, la tierra densa e impenetrable, era ahora la que, en el epílogo del duelo mortal comenzado hacía mucho tiempo, lo gastaba a él sin fatiga y lo empezaba a comer aún vivo y caliente. De pronto, pareció alejarse un poco. Manoteó al vacío. Era él quien se estaba quedando atrás en el aire como piedra que empezaba a estrangularlo. Procuró avanzar, pero sus piernas ya irremediablemente formaban parte del bloque que se había desmoronado sobre ellas. Ya ni las sentía. Sólo sentía la asfixia. Se estaba ahogando en un río sólido y oscuro. Dejó de moverse, de pugnar inútilmente. La tortura se iba transformando en una inexplicable delicia. Empezó a recordar.

Recordó aquella otra mina subterránea en la guerra del Chaco, hacía mucho tiempo. Un tiempo que ahora se le antojaba fabuloso. Lo recordaba, sin embargo, claramente, con todos los detalles.

En el frente de Gondra, la guerra se había estancado. Hacia seis meses que paraguayos y bolivianos, empotrados frente a frente en sus inexpugnables posiciones, cambiaban obstinados tiroteos e insultos. No había más de cincuenta metros entre unos y otros.

En las pausas de ciertas noches que el melancólico olvido había hecho de pronto atrozmente memorables, en lugar de metralla canjeaban música y canciones de sus respectivas tierras.

El altiplano entero, pétreo y desolado, bajaba arrastrado por la quejumbre de las cuecas; toda una raza hecha de cobre y castigo, desde su plataforma cósmica bajaba hasta el polvo voraz de las trincheras. Y hasta allí bajaban desde los grandes ríos, desde los grandes bosques paraguayos, desde el corazón de su gente también absurda y cruelmente perseguida, las polcas y guaranias, juntándose, hermanándose con aquel otro aliento melodioso que subía desde la muerte. Y así sucedía porque era preciso que gente americana siguiese muriendo, matándose, para que ciertas cosas se expresaran correctamente en términos de estadística y mercado, de trueques y expoliaciones correctas, con cifras y números exactos, en boletines de la rapiña internacional.

Fue en una de esas pausas en que en unión de otros catorce voluntarios, Perucho Rodi, estudiante de ingeniería, buen hijo, hermano excelente, hermoso y suave moreno de ojos verdes, había empezado a cavar ese túnel que debía salir detrás de las posiciones bolivianas con un boquete que en el momento señalado entraría en erupción como el cráter de un volcán.

En dieciocho días los ochenta metros de la gruesa perforación subterránea quedaron cubiertos. Y el volcán entró en erupción con lava sólida de metralla, de granadas, de proyectiles de todos los calibres, hasta arrasar las posiciones enemigas.

Recordó en la noche azul, sin luna, el extraño silencio que había precedido a la masacre y también el que lo había seguido, cuando ya todo estaba terminado. Dos silencios idénticos, sepulcrales, latentes. Entre los dos, sólo la posición de los astros había producido la mutación de una breve secuencia. Todo estaba igual. Salvo los restos de esa espantosa carnicería que a lo sumo había añadido un nuevo detalle apenas perceptible a la decoración del paisaje nocturno.

Recordó, un segundo antes del ataque, la visión de los enemigos sumidos en el tranquilo sueño del que no despertarían. Recordó haber elegido a sus víctimas, abarcándolas con el girar aún silencioso de su ametralladora. Sobre todo, a una de ellas: un soldado que se retorcía en el remolino de una pesadilla. Tal vez soñaba en ese momento en un túnel idéntico pero inverso al que les estaba acercando al exterminio. En un pensamiento suficientemente extenso y flexible, esas distinciones en realidad carecían de importancia. Era despreciable la circunstancia de que uno fuese el exterminador y otro la víctima inminente. Pero en ese momento todavía no podía saberlo.

Sólo recordó que había vaciado íntegramente su ametralladora. Recordó que cuando la automática se le había finalmente recalentado y atascado, la abandonó y siguió entonces arrojando granadas de mano, hasta que sus dos brazos se le durmieron a los costados. Lo más extraño de todo era que, mientras sucedían estas cosas, le habían atravesado recuerdos de otros hechos, reales y ficticios, que, aparentemente no tenían entre sí ninguna conexión y acentuaban, en cambio, la sensación de sueño en que él mismo flotaba. Pensó, por ejemplo, en el escapulario carmesí de su madre (real); en el inmenso panambí de bronce de la tumba del poeta Ortiz Guerrero (ficticio); en su hermanita María Isabel, recién recibida de maestra (real). Estos parpadeos incoherentes de su imaginación duraron todo el tiempo. Recordó haber regresado con ellos chapoteando en un vasto y espeso estero de sangre.

Aquel túnel del Chaco y este túnel que él mismo había sugerido cavar en el suelo de la cárcel, que él personalmente había empezado a cavar y que, por último, sólo a él le había servido de trampa mortal; este túnel y aquél eran el mismo túnel; un único agujero recto y negro con un boquete de entrada pero no de salida. Un agujero negro y recto que a pesar de su rectitud le había rodeado desde que nació como un círculo subterráneo, irrevocable y fatal. Un túnel que tenía ahora para él cuarenta años, pero que en realidad era mucho más viejo, realmente inmemorial.

Aquella noche azul del Chaco, poblada de estruendos y cadáveres había mentido una salida. Pero sólo había sido un sueño; menos que un sueño: la decoración fantástica de un sueño futuro en medio del humo de la batalla

Con el último aliento, Perucho Rodi la volvía a soñar; es decir, a vivir. Sólo ahora aquel sueño lejano era real. Y ahora sí que avistaba el boquete enceguecedor, el perfecto redondel de la salida.

Soñó (recordó) que volvía a salir por aquel cráter en erupción hacia la noche azulada, metálica, fragorosa. Volvió a sentir la ametralladora ardiente y convulsa en sus manos. Soñó (recordó) que volvía a descargar ráfaga tras ráfaga y que volvía a arrojar granada tras granada. Soñó (recordó) la cara de cada una de sus víctimas. Las vio nítidamente. Eran ochenta y nueve en total. Al franquear el límite secreto, las reconoció en un brusco resplandor y se estremeció: esas ochenta y nueve caras vivas y terribles de sus víctimas eran (y seguirán siéndolo en un fogonazo fotográfico infinito) las de sus compañeros de prisión. Incluso los diecisiete muertos, a los cuales se había agregado uno más. Se soñó entre esos muertos. Soñó que soñaba en un túnel. Se vio retorcerse en una pesadilla, soñando que cavaba, que luchaba, que mataba. Recordó nítidamente el soldado enemigo a quien había abatido con su ametralladora, mientras se retorcía en una pesadilla. Soñó que aquel soldado enemigo lo abatía ahora a él con su ametralladora, tan exactamente parecido a él mismo que se hubiera dicho que era su hermano mellizo.

El sueño de Perucho Rodi quedó sepultado en esa grieta como un diamante negro que iba a alumbrar aún otra noche.

La frustrada evasión fue descubierta; el boquete de entrada en el piso de la celda. El hecho inspiró a los guardianes.

Los presos de la celda 4 (llamada Valle-i), menos el evadido Perucho Rodi, a 1a noche siguiente encontraron inexplicablemente descorrido el cerrojo. Sondearon con sus ojos la noche siniestra del patio. Encontraron que inexplicablemente los pasillos y corredores estaban desiertos. Avanzaron. No enfrentaron en la sombra la sombra de ningún centinela. Inexplicablemente, el caserón circular parecía desierto. La puerta trasera que daba a una callejuela clausurada, estaba inexplicablemente entreabierta. La empujaron, salieron. Al salir, con el primer soplo fresco, los abatió en masa sobre las piedras el fuego cruzado de las ametralladoras que las oscuras troneras del panóptico escupieron sobre ellos durante algunos segundos.

Al día siguiente, la ciudad se enteró solamente de que unos cuantos presos habían sido liquidados en el momento en que pretendían evadirse por un túnel. El comunicado pudo mentir con la verdad. Existía un testimonio irrefutable: el túnel. Los periodistas fueron invitados a examinarlo. Quedaron satisfechos al ver el boquete de entrada en la celda. La evidencia anulaba algunos detalles insignificantes: la inexistente salida que nadie pidió ver, las manchas de sangre aún frescas en la callejuela abandonada.

Poco después el agujero fue cegado con piedras y la celda 4 (Valle-í) volvió a quedar abarrotada.

 

   Fuente del relato: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/roa/arb.htm

  Augusto Roa Bastos fallece un 26 de abril de 2005.

Más información : http://www.biografiasyvidas.com/biografia/r/roa.htm

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«Los cómplices» Gonzalo Rojas

Posted by Biblioteca Alange en abril 25, 2011

 

Los cómplices

Te decía en la carta
que juntar cuatro versos
no era tener el pasaporte a la felicidad
timbrado en el bolsillo,
y otras cosas más o menos serias
como dándote a entender
que desde antiguamente soy tu cómplice
cuando bajas a los arsenales de la noche
y pones toda tu alma
y la respiración
perfectamente controlada,
por mantener en pie tus rebeliones
tus milicias secretas
a costa de ese tiempo perdido
en comerte las uñas, en mantener a raya
tus palpitaciones,
en golpearte el pecho por los malos sueños,
y no sé cuántas cosas más
que, francamente, te gastan la salud
cuando en el fondo
sabes que estoy contigo
aunque no te vea
ni tome desayuno en tu mesa
ni mi cabeza amanezca en tu pecho
como un niño con frío,
y eso no necesita escribirse.

 

       Más información: http://amediavoz.com/rojasG.htm

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Hoy leemos un cuadro

Posted by Paqui Zurita en abril 23, 2011

 

Venus, Vulcano y Marte
Tintoretto, Hacia 1555
Óleo sobre lienzo • Escuela veneciana S.XVI
135 cm × 198 cm
Alte Pinakothek

 

   En esta escena de carácter mitológico Tintoretto nos presenta a Venus,  verdadera protagonista de la escena, reclinada en diagonal.  El pintor la recrea un poco masculina, recordando a la Andrómeda de su  maestro Tiziano.  Su marido, el viejo Vulcano ultrajado, se le acerca y descubre sin pudor su pubis; su figura potente y vigorosa queda reflejada en el espejo del fondo, denotando en el tratamiento escultórico de su anatomía la influencia de Miguel Ángel. En una cuna, detrás, Cupido alado duerme ajeno a la escena. El perro ha encontrado su presa y dirige sus ladridos al amante de Venus, Marte, escondido debajo de la cama.

    El componente erótico de la escena de Tintoretto , nos transporta a un mundo dramático, alejado ya de la calma clasicista y más próximo a la inquietud manierista de Miguel Ángel.

   Respecto a la ejecución pictórica y técnica, Tintoretto aplica la pintura de manera hábil, ligera y libre. Crea un espacio de carácter teatral,  de iluminación escénica profunda que nos asoma ya al Barroco, esto queda perfectamente reflejado en el fuerte contraste de luz y sombra entre Venus y el resto de los personajes. Con su pasión de estilo y gran dinamismo consigue realzar el dramatismo de los acontecimientos. Los escorzos son muy forzados y se combinan con la ilusión espacial. La acción se representa con gran espontaneidad, como una escena doméstica más.

   En este lienzo de Tintoretto no hay ningún mensaje moralizante, el relato del tema mitológico es una simple excusa para llevar al espectador una escena de marcado carácter erótico.

 

   Francisca Zurita Corbacho

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Humor en el Día del Libro

Posted by Biblioteca Alange en abril 23, 2011

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Feliz Día del Libro

Posted by Biblioteca Alange en abril 23, 2011

 

              » – Este lugar es un misterio, Daniel, un santuario. Cada libro, cada tomo que ves, tiene alma. El alma de quien lo escribió, y el alma de quienes lo leyeron y vivieron y soñaron con él. Cada vez que un libro cambia de manos, cada vez que alguien desliza la mirada por sus páginas, su espíritu crece y se hace fuerte. Hace ya muchos años, cuando mi padre me trajo por primera vez aquí, este lugar ya era viejo. Quizá tan viejo como la misma ciudad. Nadie sabe a ciencia cierta desde cuándo existe, o quiénes lo crearon. Te diré lo que mi padre me dijo a mí.  Cuando una biblioteca desaparece, cuando una librería cierra sus puertas, cunado un libro se pierde en el olvido, los que conocemos este lugar, los guardianes, nos aseguramos de que llegue aquí. En este lugar, los libros que ya nadie recuerda, los libros que se han perdido en el tiempo, viven para siempre, esperando llegar algún día a las manos de un nuevo lector, de un nuevo espíritu. »

RUIZ ZAFÓN, CARLOS, La sombra del viento

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

 

¿ Creéis que vais a poder guardar este secreto?

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